Spray, brocha y rabia: el grafiti político en México hoy

“El mensaje es claro: hay rabia en los muros, y viene con nombre, color y consigna.”

Murales y Grafiti Político25/03/2025YareYare

En las paredes de las ciudades mexicanas se lee un idioma distinto: directo, urgente, anónimo. Escrito con spray, esténcil o brocha, el grafiti político no es una moda ni una firma: es una consigna. En él se condensan el hartazgo, la memoria colectiva y las demandas de quienes no encuentran espacio en los medios oficiales ni en las narrativas dominantes. Este lenguaje visual, incómodo para muchos, sigue siendo una de las formas más vivas de resistencia.

¿Qué es grafiti político y por qué incomoda?
A diferencia del grafiti estético —más asociado al arte urbano decorativo o a la firma individual (tag)—, el grafiti político nace desde la urgencia. No busca belleza sino impacto. No quiere gustar, sino incomodar. Su fuerza está en la inmediatez, en el anonimato como escudo y en su capacidad de intervención simbólica sobre lo público.

Cuando aparece sobre bardas oficiales, monumentos o fachadas institucionales, suele ser rápidamente borrado. Pero ahí está su potencia: cada repintado es una forma de censura, y cada regreso del grafiti es una declaración de persistencia. En este duelo visual se libra también la batalla por la memoria.

Lenguaje y formas del grafiti político
El grafiti político tiene una estética propia, cargada de significados:

-Tipografías urgentes: mayúsculas, letras chorreantes, temblorosas o rotas. La forma del trazo refleja la emoción: rabia, dolor, prisa.
-Símbolos y códigos: el puño en alto, siluetas humanas, rostros tachados o ausentes, cruces, nombres propios. Cada uno es una historia encapsulada.

Colores con intención:

  1. Negro para la denuncia, la muerte, el luto.
  2. Rojo como sangre, urgencia, revolución.
  3. Morado en clave feminista, para la sororidad y la protesta.
  4. Blanco como grito, esperanza o resistencia pacífica.

Estilos diversos:

  • Esténciles para repetir un mensaje muchas veces.
  • Tags políticos que sustituyen el ego por la consigna.
  • Murales exprés hechos en colectivo durante protestas.
  • Caligrafía libre, cruda, como el grito de quien pinta.
  • Territorios del mensaje

El grafiti político se inscribe en los espacios donde más duele:

Calles, bardas, casetas telefónicas, puentes peatonales, escuelas, edificios oficiales: todo muro puede ser tomado.
Zonas de conflicto y resistencia: en Ayotzinapa, los nombres de los 43 siguen apareciendo una y otra vez. En marchas feministas, las paredes del centro de la CDMX se tiñen de morado y verde. En Chiapas y Ecatepec, los muros denuncian feminicidios, desplazamientos y racismo estructural.
El mensaje no solo está en lo que se dice, sino en dónde se dice, y en cómo sobrevive al intento de borrarlo.

Colectivos y artistas que no sueltan la pared
Detrás de muchos de estos mensajes hay colectivos que entienden el arte como herramienta política:

Rasquache Art: entre la gráfica chicana y el grafiti de protesta, resignifican símbolos populares desde una estética del barrio.
Verbo 8: con esténciles precisos y consignas breves, su trabajo se ha vuelto parte de la memoria visual de protestas urbanas.
Mujeres Grabando Resistencias: feminismo, grabado y calle se cruzan en acciones gráficas que visibilizan violencias de género.
Lxs del Aerosol: jóvenes que transforman tags en denuncia y llevan su mensaje a espacios marginados o silenciados.
Estos colectivos no trabajan desde la galería, sino desde la banqueta, y su obra no se compra: se comparte en la calle y en la lucha.


El grafiti político no busca likes: busca justicia. Por eso sobrevive a la censura, al borrado y al tiempo. Porque en los muros no solo se escribe arte: se escribe historia viva. Y mientras haya injusticia, habrá alguien que tome el aerosol, la brocha o el esténcil y diga lo que no se quiere oír.

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