
Pintar para resistir: el arte urbano como grito político en México
“En las paredes de México se escriben las historias que los medios callan.”
Murales y Grafiti Político26/03/2025En las calles, muros y bardas de México se libra otra forma de lucha. A brocha, aerosol y esténcil, artistas y colectivas llenan el espacio público de rostros, nombres, símbolos y consignas que los medios ignoran y el Estado busca borrar. El arte urbano, en particular el muralismo y el grafiti político, se ha convertido en una herramienta de denuncia y memoria que habla por los ausentes, nombra a las víctimas y visibiliza las múltiples violencias que atraviesan al país.
Ayotzinapa: pintar para no olvidar
Desde 2014, los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa se han multiplicado en murales por todo México. En ciudades como Ciudad de México, Oaxaca, Guadalajara y Chilpancingo, estos murales no solo exigen justicia, también se han vuelto altares visuales, recordatorios constantes de una herida abierta. La repetición de los rostros —a menudo con la técnica del esténcil— busca fijar en la memoria colectiva lo que las autoridades han intentado sepultar en la impunidad.
En algunos casos, estas obras han sido realizadas por colectivos como Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS), o por artistas independientes que se suman desde el anonimato. Frente a la censura o la intervención oficial que borra estos murales, las comunidades han respondido volviéndolos a pintar, reforzando así su carácter de resistencia.
Feminicidios: el muro como protesta feminista
Otra de las luchas que ha tomado los muros como trinchera es la contra la violencia de género. En distintas ciudades, los nombres de mujeres víctimas de feminicidio aparecen en grafitis, esténciles y murales que denuncian la brutalidad del sistema patriarcal y la omisión del Estado.
En CDMX, durante las marchas del 8M, es común que los muros de edificios públicos se llenen de frases como “Nos están matando”, “Ni una menos” o “Justicia para Ingrid”, acompañadas de retratos, flores o símbolos como el puño feminista. Aunque estas expresiones suelen ser etiquetadas como “vandalismo” por los medios hegemónicos, muchas veces son la única vía que encuentran las víctimas y sus familiares para exigir justicia y romper el silencio.
Además, en espacios como la Glorieta de las Mujeres que Luchan (antigua glorieta de Colón), el arte urbano ha reconfigurado el monumento y su narrativa, convirtiéndolo en un sitio de memoria viva intervenido constantemente por colectivas y artistas feministas.
Lucha ambiental: bardas verdes y territorio en disputa
En regiones donde los megaproyectos amenazan la vida y el entorno —como el Tren Maya en el sureste o la minería a cielo abierto en estados como Guerrero o Sonora—, el arte urbano se ha desplegado como una forma de resistencia territorial. Murales con jaguares, agua, árboles y figuras humanas defienden visualmente el territorio. Frases como “El territorio no se vende, se ama y se defiende” aparecen en bardas, carteles y mantas pintadas a mano.
Colectivos como Arte Acción o Callejeras del Sur combinan prácticas comunitarias, pedagogía popular y muralismo para fortalecer procesos organizativos en comunidades afectadas. Aquí, el arte no solo denuncia: también construye identidad y vínculo con la tierra.
Un archivo vivo de la rebeldía
El arte urbano político en México no es homogéneo ni responde a una sola estética. Va desde el grafiti improvisado con aerosol hasta complejos murales colectivos de gran formato. Lo que los une es su función política: interrumpen la rutina visual de la ciudad, confrontan al espectador y lo invitan a recordar, cuestionar, organizarse.
Cada mural censurado, cada esténcil borrado, cada frase tachada es también una prueba de que estas imágenes incomodan al poder. Y sin embargo, vuelven a aparecer, porque en este país, donde la impunidad es norma y el silencio institucional pesa, pintar sigue siendo un acto de insumisión.


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