Del Taller de Siqueiros a los muros del barrio: el legado vivo del muralismo

“Lo que Siqueiros empezó con brocha, hoy se continúa con aerosol.”

Murales y Grafiti Político26/03/2025

El muralismo mexicano nació como arte de masas, como una forma de tomar los muros para narrar la historia del pueblo y sus luchas. Cien años después, esa pulsión sigue viva. Aunque los nombres y las técnicas han cambiado, la intención permanece: usar el espacio público como plataforma para la conciencia, la resistencia y la memoria.

Desde los grandes frescos de Diego Rivera hasta los grafitis punzantes de colectivos urbanos actuales, hay un hilo que une el arte con la protesta, la brocha con el aerosol, el muralismo con el barrio.

El muralismo revolucionario: arte como manifiesto
En el México postrevolucionario, el Estado encargó a artistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros la tarea de construir una identidad nacional a través del arte. Pero estos no solo pintaron héroes patrios: también cuestionaron el poder, retrataron al campesino, al obrero, a la lucha social. Sus obras eran manifiestos visuales.

  • Rivera humanizó la historia oficial al poner en el centro a los pueblos originarios y los trabajadores.
  • Orozco apostó por una mirada crítica y desgarradora, mostrando la violencia y contradicciones de la historia.
  • Siqueiros, siempre combativo, llevó el muralismo a las calles, fundando talleres como el de la Escuela de Pintura al Aire Libre y el Taller de Ensayo de Materiales Plásticos, donde experimentó con nuevas técnicas, buscando un “arte total” que movilizara al espectador.

El mural era más que pintura: era mensaje, agitación, pedagogía.

Del monumento al muro callejero: nuevas formas, mismos fines
Hoy, los artistas urbanos mexicanos recogen esa tradición desde lo popular, lo barrial y lo urgente. Sin necesidad de encargos oficiales, salen a las calles a pintar lo que duele, lo que arde, lo que se calla.

Libre Hem, por ejemplo, mezcla referencias prehispánicas, símbolos de la cultura chola y crítica social en murales llenos de color e identidad. Su trabajo, presente en colonias populares de CDMX y otras ciudades, actualiza la herencia muralista con un lenguaje visual que dialoga con el hip-hop, el grafiti y las luchas comunitarias.

Por otro lado, artistas como Mocre (conocido por sus murales en Neza y otras zonas urbanas marginadas) crean imágenes potentes que hablan del territorio, la memoria y la desigualdad. Su estilo combina el realismo de Rivera con la crudeza expresiva de Orozco, pero desde la estética del barrio, del cemento y del aerosol.

El mural como resistencia cotidiana
Lo que distingue al muralismo contemporáneo es su independencia. A diferencia de los muralistas del siglo XX, que trabajaban muchas veces bajo el ala institucional, las y los artistas urbanos actuales operan de forma autogestiva o en colaboración con colectivos vecinales. Sus obras nacen del diálogo con la comunidad, de la rabia ante la violencia, del amor por la tierra o la memoria de quienes ya no están.

En Oaxaca, Chiapas, Guerrero o la periferia de la Ciudad de México, los muros cuentan historias que los libros de texto no narran. Desde retratos de desaparecidos hasta imágenes de mujeres en lucha, pasando por denuncias al racismo, al clasismo y a la devastación ambiental, el muralismo vive y resiste.

Un legado que no se pinta solo, se hereda y se transforma
El puente entre el muralismo revolucionario y el arte urbano actual no es lineal, pero es real. Ambas corrientes han buscado transformar el espacio público en espacio político. Ambas han apostado por un arte que no adorna, sino que incomoda, que cuestiona, que siembra conciencia.

En un país donde la censura puede tomar forma de borrador, y donde la violencia intenta silenciar, pintar sigue siendo una forma de hablar. Y como dijo alguna vez Siqueiros, “el arte no debe ser un lujo de pocos, sino un derecho de todos”.

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