Murales feministas: las paredes no se callan

“Si la justicia no llega, el spray la exige.”

Murales y Grafiti Político26/03/2025

En México, donde el grito de “Ni una menos” sigue resonando con dolor, las paredes se han vuelto cómplices de una lucha que no cesa. Los muros de universidades, calles, plazas y edificios públicos han sido tomados por el feminismo no solo como espacio de denuncia, sino como lienzo de una rabia colectiva que transforma el dolor en imagen, y la impotencia en acción.

Desde los pasillos de Ciudad Universitaria hasta las manifestaciones del 8 de marzo, los murales, esténciles y grafitis feministas irrumpen en el paisaje urbano con fuerza política y estética. Son mensajes directos, muchas veces incómodos, que denuncian feminicidios, desapariciones, impunidad y violencias múltiples. En una sociedad que intenta callar a las mujeres, el arte urbano feminista responde: “Las paredes no se callan”.

 
Universidades pintadas de resistencia
Las tomas feministas de escuelas como la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM o la UAM Iztapalapa han dejado una huella visual que va más allá del momento. En bardas, baños, escaleras y pasillos, aparecieron frases como “Se va a caer”, “Nos queremos vivas” o “Aquí no se violenta impunemente”, junto a imágenes de mujeres encapuchadas, cuerpos libres o manos levantadas.

Lejos de ser “vandalismo”, como suelen afirmar autoridades y medios conservadores, estas intervenciones son ejercicios de memoria. Son respuestas urgentes a años de denuncias ignoradas, casos archivados, agresores protegidos. En cada esténcil, en cada brochazo, se escribe una historia que la institución se niega a escuchar.

Una estudiante activista lo resume así:

“Pintamos porque nadie nos creyó cuando hablamos. Porque los protocolos fallaron. Porque el silencio institucional también es violencia.”
 
El 8M y la marea violeta en los muros
Cada año, durante las marchas del 8 de marzo, los muros de las ciudades se tiñen de morado, verde, negro y rojo. Pintas urgentes aparecen en monumentos, edificios gubernamentales, estaciones de metro: “Justicia para Ingrid”, “El Estado opresor es un macho violador”, “Mi cuerpo, mi decisión”.

Estas expresiones efímeras muchas veces desaparecen al día siguiente, borradas por cuadrillas oficiales. Pero su potencia reside precisamente en esa fugacidad combativa, en ese acto de apropiación del espacio público como territorio político.

En lugares como la Glorieta de las Mujeres que Luchan, antiguamente la Glorieta de Colón, el feminismo urbano ha convertido un punto simbólico en un sitio de memoria permanente. Allí no hay estatuas oficiales, sino nombres de víctimas, consignas pintadas, cruces rosas, y una figura morada que representa a todas.

 
Estética feminista: del trazo a la consigna
El arte urbano feminista no responde a una sola estética. Puede ser un esténcil rápido, una frase escrita con marcador, un mural colectivo pintado en calma, o una intervención en plena marcha. Pero hay rasgos comunes: el uso de colores como el morado o el verde aborto, el protagonismo de los cuerpos de mujeres y disidencias, y la mezcla de símbolos tradicionales (flores, corazones, trenzas) con elementos de protesta (puños, fuego, máscaras).

Colectivos como Mujeres Grabando Resistencias, Luna Negra o Bloque Violeta han creado gráfica política que circula en pegatinas, mantas, muros y redes sociales. Muchas veces, estas imágenes se reproducen, se reapropian, se intervienen: son obras vivas, mutantes, colectivas.

En palabras de una muralista feminista:

“Nuestro arte no busca gustar. Busca decir. Busca gritar. Busca memoria y justicia.”
 
Las paredes hablan cuando la ley calla
En un país donde, según cifras oficiales, se asesina a más de diez mujeres cada día, y donde la mayoría de los feminicidios quedan impunes, el arte urbano se convierte en forma de exigencia y memoria.

Las pintas no “ensucian”: señalan. No “provocan la violencia”: la denuncian. No “rompen la paz”: interrumpen una paz ficticia basada en el silencio.

En las paredes se han escrito los nombres que no salen en los noticieros, las historias que no llegan a juicio, las demandas que no caben en los pliegos petitorios. Pintar, rayar, estampar una consigna no es solo un acto estético, es una declaración política. Una manera de decir: aquí estamos y no nos van a borrar.

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