Entre muros y desigualdades: El arte urbano frente a la brecha social en México

México es un país de contrastes: ciudades llenas de rascacielos conviven con zonas marginadas sin servicios básicos. En ese paisaje fragmentado, el arte urbano aparece como un espejo incómodo que refleja las profundas desigualdades que atraviesan la vida cotidiana.

En las bardas de barrios populares, en los vagones del metro, en las paredes de edificios abandonados, artistas anónimos pintan la realidad que muchos prefieren ignorar: la pobreza, la exclusión, la falta de oportunidades y la impunidad con la que opera la desigualdad.

Frases como “Aquí también hay talento, pero no hay oportunidades” o murales que retratan niños vendiendo dulces mientras otros van al colegio hablan de lo que rara vez se ve en los medios tradicionales: la normalización de la pobreza. En lugar de cifras frías, el arte callejero lo vuelve humano, tangible, visible.

Los murales no solo denuncian la precariedad; también hacen visibles a quienes la viven. Pintan a los olvidados. Hablan por los que no han tenido voz en los discursos oficiales.

Muchos artistas urbanos trabajan en zonas donde la brecha es más evidente: fronteras invisibles entre colonias de lujo y barrios marginados, centros históricos remodelados que ocultan comunidades desplazadas. Pintar ahí es un acto de confrontación, pero también de dignificación. Es decir: aquí estamos, esto es real, esto también es México.

A diferencia del arte comercial o turístico, estas piezas no buscan embellecer la ciudad, sino hacer preguntas incómodas: ¿por qué unos tienen tanto y otros tan poco? ¿quién decide qué se pinta y dónde?¿por qué el arte popular se ve como vandalismo mientras se celebran las galerías inaccesibles?

En Paredes con Memoria, creemos que el arte urbano es también un archivo de la desigualdad. Una crónica visual que no está hecha para gustar, sino para despertar. Porque mientras existan muros, habrá quienes los usen para exigir justicia.