Del performance a la pinta: cuerpos y espacios como protesta

“Cuando el cuerpo se convierte en cartel, la censura se complica.”

Marchas y protestas24/03/2025

En el cruce entre arte y protesta, el cuerpo humano se ha convertido en una de las herramientas más potentes y complejas para desafiar el poder. Ya sea a través de una acción performática en la calle, una intervención visual en un monumento o una pinta sobre un espacio público, el cuerpo y el espacio se transforman en territorios de resistencia. En estos actos de protesta, lo que antes era una simple manifestación visual o performática se convierte en una acción radical, capaz de transformar la realidad.

El cuerpo como herramienta de resistencia
La idea de utilizar el cuerpo como instrumento de protesta tiene raíces profundas en el arte performático, que ha sido una de las formas más poderosas de cuestionar el sistema político, social y cultural. En estos actos, el cuerpo no solo sirve como soporte para el mensaje, sino como el mismo mensaje, desafiando las estructuras de poder a través de su presencia, vulnerabilidad y capacidad para desbordar los límites establecidos.

Acción feminista: el cuerpo como resistencia
Uno de los ejemplos más destacados de la utilización del cuerpo en las protestas es el movimiento feminista, que ha llevado a cabo acciones performáticas en espacios públicos, utilizando el cuerpo como medio para denunciar la violencia de género y la desigualdad. Acciones como el performance del "viacrucis feminista", donde mujeres marchan cargando cruces simbolizando las muertas por feminicidio, o la intervención del "pañuelo verde" durante las manifestaciones, han utilizado la performática visual para visibilizar la lucha por los derechos de las mujeres.

Estos gestos, en los cuales el cuerpo no solo marcha, sino que se exhibe como mensaje, son difíciles de censurar y confrontan las instituciones de poder de manera directa. Las intervenciones en el espacio público también incluyen acciones de protesta en monumentos como el uso de la pintura en estatuas de figuras históricas que simbolizan opresión, como el acte de pintar las estatuas de colonizadores en la Ciudad de México durante el 2020.

La "performance del cuerpo pintado": cuerpo, pintura y espacio
El cuerpo pintado ha sido otro medio recurrente de resistencia. Desde el performance de las activistas feministas que se pintan el cuerpo con mensajes como "Ni una menos" o "Vivas nos queremos", hasta las acciones en las que el cuerpo se convierte en el lienzo mismo, estas intervenciones explotan la vulnerabilidad y visibilidad del cuerpo para generar un efecto de choque y conmoción.
Un ejemplo relevante fue la intervención en las protestas por Ayotzinapa, donde madres y padres de los desaparecidos se pintaron los rostros y cuerpos como una forma de visibilizar el dolor y la falta de justicia. Estos actos no solo crearon una memoria visual, sino que, al utilizar el cuerpo como soporte, dificultan la censura, ya que el cuerpo humano no puede ser fácilmente borrado de la protesta.

Intervenciones antimonumentales: cuestionando el espacio público
La intervención de espacios públicos también ha sido una de las formas más directas de protesta. Las acciones antimonumentales desafían la idea tradicional de lo que un monumento debe ser, cuestionando la representación simbólica de figuras históricas y la legitimidad de los espacios de poder.
En México, hemos visto cómo el monumento a Colón, en la Ciudad de México, se convirtió en un espacio de protesta cuando feministas y activistas colocaron pinturas, consignas y ofrendas en su base, o cuando la estatua de Carlos IV en el centro histórico fue envuelta en telas de color verde para recordar la lucha por la despenalización del aborto. Estos actos de protesta son poderosas intervenciones visuales que transforman los espacios de poder en territorios de resistencia.

La intervención en monumentos va más allá de la estética: se trata de un acto político que señala que esos símbolos históricos de opresión, colonización o patriarcado son legítimos campos de batalla simbólica. La pintura, las pintas y los carteles se convierten en medios para reclamar espacios de poder y exigir que los símbolos públicos representen la diversidad de voces sociales y políticas.

Performance, arte y represión: lo irreductible de la protesta
La performance como protesta se distingue de otras formas de resistencia no solo por su carácter efímero, sino por su potente visibilidad. El arte performático se despliega en el espacio público de forma que rompe las normas, no solo de comportamiento, sino también de lo visualmente aceptable. La censura se vuelve más complicada cuando el cuerpo es el mensaje y el espacio público se convierte en el escenario de esa declaración. El poder puede borrar carteles o prohibir manifestaciones, pero ¿cómo se borra el cuerpo? ¿Cómo se borra lo que ya ha quedado grabado en la memoria colectiva de una sociedad?

Además, el cuerpo como protesta enfrenta la represión de una manera directa y personal. La violencia policial y las detenciones arbitrarias se hacen más difíciles de justificar cuando se trata de cuerpos que no solo marchan, sino que reclaman un lugar en la historia.


En la intersección entre el arte y la protesta, el cuerpo se convierte en la expresión más pura de la resistencia. Al tomar el espacio público como escenario y la piel humana como lienzo, los activistas desafían las fronteras de la censura. El arte performático y las intervenciones visuales no solo dejan una huella en el espacio, sino que también revolucionan la relación entre el poder y el pueblo, cuestionando lo que es público, lo que es privado y lo que está permitido.
Cuando el cuerpo se convierte en cartel, las posibilidades de censura se diluyen, y la protesta se convierte en un acto irreductible de libertad y lucha.

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